Hay momentos en nuestra vida, que por determinadas situaciones, exigimos disculpas a los demás y en otras ocasiones las ofrecemos nosotros mismos. Pero ¿eres de las personas que no logran deshacerse del pasado, no olvidan, no perdonan, no conocen la compasión, son duras ante la ofensa más mínima, se aferran al resentimiento durante mucho tiempo e incluso toda su vida, alimentando sentimientos negativos?
Entonces estás atado a un rencor que te puede causar un estancamiento. Puede ser que le estés dedicando buena parte de tu energía mental y emocional a recordar ofensas, daños e injusticias (reales o imaginarias) de las que has sido objeto, manteniéndolas vivas en ti.
Sé sincero contigo mismo y contesta esta pregunta: ¿en verdad quieres dejar ese asunto atrás? Si respondiste que sí, entonces necesitas liberarte de tus propias ataduras y aprender a perdonar.
El perdonar tiene virtudes que te hacen sentir bien. A diferencia del odio que fomenta la depresión, el estrés y la enfermedad; el amor, la tolerancia y la alegría favorecen tu bienestar, fortaleciendo la salud tanto física como mental.
Reflexiona un poco, date cuenta que nadie es totalmente bueno, ni tampoco malo, tanto tú, como el resto de las personas, reaccionamos de acuerdo a como estamos programados mentalmente, según lo que hemos aprendido o nos han inculcado. Pero todos en última instancia queremos ser felices. Si eres tolerante con tus propias culpas y fallas del pasado, si entiendes y aceptas tus errores, estarás en mejor disposición de hacerlo con los demás.
También es importante comentar que es preferible exteriorizar el enojo en el momento en que ha sido provocado, en vez de guardarlo, respetando los límites razonables de la cordura. El dicho de que “lo que se queda adentro se pudre” es muy cierto en el caso del rencor.
Concédele a cada suceso la importancia que merece. En ocasiones reaccionamos con exceso ante cosas pequeñas, cuando la mayoría de las cosas no son tan importantes como para no perdonar. Para llegar a esta conclusión, ponte en los zapatos del otro, en ocasiones ayuda ver las cosas desde el otro lado.
Encontrar la verdadera motivación de tu ofensor y las razones de su conducta, te llevará a ser más flexible con él y a verlo como víctima de sus propios errores y carencias, en lugar de verlo solo como el verdugo.
Ante un problema, la mejor arma siempre será la comunicación. Es importante elegir bien el momento, sentarse a hablar con calma y sin prisas y expresar lo que verdaderamente nos interesa. Tener siempre una postura conciliadora para aclarar el conflicto y resolver la discusión sin guardar resentimientos es una de las claves para llegar a un final feliz.
¿Y tu estás dispuesto a liberarte a través del perdón?
Oscar Amaya.